Está visto que no hay quien haga una peli de terror en condiciones. O son totalmente gore con cubos y cubos de sangre y tripas e imágenes desagradables o se quedan en una amalgama de pequeños sustos previsibles que dejan de serlo por eso mismo.
Ouija entre dentro de estas últimas, donde se queda en ruidos y gritos para asustar o sorprender, pero que todo el mundo prevé lo que va a suceder.
Parece una película más tipo Trhiller del estilo de los 80 o noventa, con una candidez sublime. pero lo peor de todo, sin que se vislumbre en ella ni un solo atisbo de ganas por parte de sus responsables.
Lo que hay en “Ouija” es una absoluta indiferencia general, tanto en la aséptica puesta en escena, incapaz de provocar desasosiego pese a la práctica ausencia de luz durante su desarrollo, como en un guión tan lleno de tópicos como agujeros, con resoluciones tan apresuradas y poco lucidas como las muertes de sus protagonistas.
Cuando la película está prácticamente terminada y uno llega a creer que la cosa no puede ir a peor, se nos remata la faena con una de esas típicas escenas finales destinadas a dejarnos con un posible último susto y un “continuará”, igualmente deplorable.
En definitiva, que el principal fenómeno paranormal producido es el éxito que pueda haber tenido en taquilla (en Estados Unidos llegó a ser número 1 en el fin de semana de su estreno), costó sólo 5 millones de dólares y en los cines norteamericanos ha recaudado más de 50. Esto traerá sus lógicas y nefastas consecuencias en formato de más secuelas. Debería de generar algo de debate sobre si productos como Ouija son en realidad un negocio o un fraude.
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